Impactos y problemas de las represas
A pesar de las afirmaciones de los políticos y los agentes de la industria de que la hidroelectricidad es “limpia y verde”, el desarrollo de represas hidroeléctricas tiene innumerables repercusiones ambientales, sociales, económicas y políticas en las comunidades de todo el mundo. Se trata de cuestiones e historias complejas e interconectadas que van más allá del resumen que se describe a continuación. Por lo tanto, estos resúmenes tienen por objeto ofrecer un breve vistazo a los numerosos desafíos que enfrentan las comunidades, con enlaces a nuestra base de datos de publicaciones para una lectura más detallada. Aprender y conocer estas historias puede ayudar a desmantelar las represas existentes, detener las futuras y conducir a la soberanía energética. Le animamos a que lea y comparta los documentos incluidos en la base de datos, lea las historias de primera mano y visite nuestra sección de campañas para participar de las acciones de resistencia para detener las presas en todo el mundo.
No se puede subestimar el impacto ambiental del desarrollo de las represas. Antes de que un proyecto pueda comenzar, la mayoría de las empresas están obligadas a realizar una evaluación ambiental (EA) para determinar los impactos en la tierra y en las vías fluviales. Sin embargo, las reglamentaciones para las EA difieren ampliamente dentro y entre los distintos países, lo que a menudo da lugar a cálculos y evaluaciones defectuosos o erróneos. Esto significa que los proyectos generalmente crean impactos mucho peores para los ecosistemas circundantes. Las poblaciones de peces, en particular, se ven muy afectadas por las interrupciones en las zonas de desove y las fluctuaciones de los niveles de la corriente que perturban la composición del agua. Las aves, los mamíferos y otros animales también se ven afectados por los cambios en la tierra y en el agua, lo que pone a prueba su capacidad de vivir en su hábitat y de migrar a través de las corrientes hídricas o del hielo, esto genera impactos a lo largo de la cadena alimentaria. Las EA también se centran en la ciencia occidental, y no incorporan los conocimientos indígenas o tradicionales sobre los sistemas de tierra y agua. Como resultado, los mega proyectos suelen recibir aprobación para proceder con consultas o asociaciones limitadas o inexistentes, pruebas defectuosas y afirmaciones de que los impactos están justificados por el bien común.
Este tipo de pensamiento -obligar a las comunidades a hacer sacrificios por las poblaciones urbanas, ricas o mayoritarias- entra en la categoría de racismo ambiental. Se considera una forma de racismo, porque estas comunidades a menudo son marginadas debido a su raza, y luego son objeto de ataques específicos por parte de las corporaciones. Las comunidades se ven obligadas o coaccionadas a permitir que se construyan mega proyectos de energía en sus tierras, reciben una compensación limitada o ninguna a cambio y a menudo no se benefician de la electricidad que se produce.
Ante las preocupaciones del cambio climático, la hidroelectricidad sigue contando con el apoyo de las comunidades que se benefician de ella, así como por los políticos de todo el mundo que ven las represas como un medio fácil de alcanzar sus metas climáticas. Sin embargo, como describe la Alianza Norteamericana de Resistencia a las Represas
(NAMRA), la hidroeléctrica no puede considerarse “limpia” y “verde”, ni como una forma de mitigar el cambio climático. De hecho, las investigaciones han descubierto que algunas presas producen una cantidad equivalente de gases de efecto invernadero que sus alternativas de combustibles fósiles. Además, la capacidad de las represas hidroeléctricas para funcionar a su capacidad prevista puede verse afectada por el cambio climático, con lo que se pone aún más en tela de juicio la noción de que son una solución energética “sostenible”.
Lea más aquí: 10 razones por las que los grandes proyectos hidroeléctricos son un desastre climático. (EN link)
Las alteraciones de los ecosistemas también afectan a las comunidades que dependen de la tierra y el agua para la caza, la pesca y la recolección. Las comunidades de todo el mundo han sido testigos del repentino colapso de la pesca y de la desaparición de aves y mamíferos, que servían de alimentos para las familias y que eran su fuente de ingresos durante generaciones. Las repercusiones económicas y sociales son devastadoras, y a menudo obligan a las familias a depender de la asistencia social o el empleo de las mismas empresas que ocasionaron los impactos sobre los ecosistemas. Las comunidades que se conectan a la red eléctrica (uno de los “beneficios” que prometidos a cambio de la devastadora infraestructura) también se enfrentan a altos costos y a una mayor dependencia de las empresas energéticas. Por otro lado, la pérdida de la caza y la pesca ha desconectado a las generaciones más jóvenes de la tierra, lo que ha afectado a su capacidad para aprender las técnicas, el idioma y los conocimientos tradicionales. Además, debido a las inundaciones causadas por las represas, las comunidades se ven a menudo obligadas a reubicarse parcial o totalmente, lo que crea una división aún mayor entre la tierra y el agua ancestrales y su importancia cultural.
La fluctuación de los niveles del agua asociados a las represas también genera una gran preocupación en materia de seguridad. Los miembros de la comunidad son los primeros en experimentar la impredecibilidad del agua y el hielo, que ya no son seguros ni para la recreación o ni para los viajes, como lo eran antes. Este desafío dificulta aún más su capacidad para recorrer los sistemas fluviales para cazar, pescar y conectarse con la tierra y el agua.
La inundación también ha creado graves consecuencias para la salud, al alterar vastas zonas de la vegetación ribereña, que normalmente desempeña una función de filtración crucial en los ecosistemas. Como resultado, el metilmercurio se hace más fácilmente accesible a los microorganismos, que luego se bioacumula en los peces y otros animales de los que dependen las comunidades para su alimento y bienestar.
No son sólo los cambios en el paisaje los que están creando problemas serios, sino también los trabajadores transitorios que llegan a las comunidades para operar la infraestructura de la represa. Se ha comprobado que los “campamentos cartográficos” donde se alojan los trabajadores externos presentan altos índices de abuso de drogas y alcohol, acoso, agresión sexual y tráfico sexual. La investigación sobre las mujeres y niñas indígenas desaparecidas y asesinadas (MMIWG) en Canadá, entre otros, ha demostrado que los campamentos de hombres están vinculados a la desaparición y el abuso sistemáticos y desproporcionados de las mujeres indígenas. Además, durante la pandemia de COVID-19, las comunidades indígenas se vieron aún más amenazadas, ya que los gobiernos permitieron que continuaran el desarrollo y las operaciones de las represas hidroeléctricas, trayendo a miles de trabajadores transitorios que podrían ser portadores de la enfermedad.
A pesar de estas cuestiones y otras más, las comunidades siguen siendo fuertes y capaces de mantenerse a sí mismas y a las tierras en las que viven. La creación de redes internacionales permite que los grupos y las comunidades trabajen juntos para compartir conocimientos, historias y recursos, para ayudar a detener estos impactos y asegurarse de que las voces de la comunidad sean escuchadas.
Referencias:
- Fearnside, Philip M. 2014. “Impacts of Brazil’s Madeira River Dams: Unlearned Lessons for Hydroelectric Development in Amazonia.” Environmental Science and Policy.
- Kourgialas, Nektarios N. y George P. Karatzas. 2013. “A Hydro-Economic Modelling Framework for Flood Damage Estimation and the Role of Riparian Vegetation.” Hydrological Processes.
- Rosenberg, D. M., F. Berkes, R. A. Bodaly, R. E. Hecky, C. A. Kelly, y J. W. M. Rudd. 2002. “Large-Scale Impacts of Hydroelectric Development.” Environmental Reviews.
- Macleans. 3 de junio de 2019. MMIWG’s findings on ‘man camps’ are a good place for government to get started. Disponible aquí.